lunes, 19 de diciembre de 2011

LOS BORBONES EN PELOTAS


Libro de ilustraciones con las saga de reyezuelos en posiciones sexuales. Los autores son los hermanos Bécquer, el pintor y el poeta.


REBELDÍA DE CUARTO DE BAÑO DE BAR

Cada vez que aparece por Córdoba, sea para presentar un libro o por una obra de teatro subvencionada, los camellos de la ciudad se ponen a relinchar.


martes, 13 de diciembre de 2011

EUROPA SUPERSTAR, La Casa Azul

Curiosa canción de La Casa Azul, donde otea el venidero fin de Europa.





Del Álbum: "La Polinesia Meridional"

Nada más que añadir
Nada más que opinar
Todo va la deriva, se incinera
Europa Superstar

Vamos a enloquecer
Vámonos a bailar
Vamos a celebrar que no nos queda nada más

Es el fin de la fiesta
Nadie puede alargar la verbena
Ya no quedan más golosinas
Se apagaron todas las velas y al final

Cuando todo esté a punto de estallar
Brindaremos por la fatalidad
A la salud de la vieja Europa

Hoy programaremos la caída perfecta
La gran evasión hacia el mar
Abran ya las compuertas

Hoy nos hundiremos no prepares maletas
Yo te daré mi calor, ya verás
Con todas mis fuerzas

Vimos amanecer
Vimos la tempestad
Luego el temor, después la decadencia
Europa Superstar

Vamos a enloquecer
Vámonos a bailar
Vamos a celebrar que no nos queda nada más

Fuegos artificiales
Serpentinas y malabares
Agonizan las comitivas
Se consumen en el desastre y al final
Cuando todo esté a punto de estallar
Brindaremos por la fatalidad
A la salud de la vieja Europa


martes, 29 de noviembre de 2011

JUAN EDUARDO CIRLOT, ENTRE EL SÍMBOLO Y LA LLAMA. Por Rodrigo Agulló.



Imaginemos a un jinete vestido de hierro, en un bosque oscuro por algún confín del norte de Europa. Errante en una tierra extraña, el caballero avanza entre árboles, pantanos y vestigios ignotos, y siente que sus verdades ceden ante otra realidad que se desvela con el poder de una experiencia visionaria. Imaginemos ahora a otro caballero muchos siglos después, vestido de traje y corbata, rodeado no de árboles sino de edificios de cemento, en un mundo tabulado donde, en vez de señales arcanas, se alza la civilización y sus reclamos gastados. Pero la llama interior que sostiene a este caballero es la misma, como los mismos son los misterios que proceden de la noche de los tiempos. La realidad sigue siendo una selva encantada que sólo se desvela para unos pocos. Como para el poeta, caballero medieval contemporáneo y aristócrata del espíritu Juan Eduardo Cirlot.
Durante mucho tiempo los poetas han sido predicadores, maestros, intelectuales comprometidos, consejeros sentimentales, estetas narcisistas o coleccionistas de filigranas. Juan Eduardo Cirlot fue un poeta de lo esencial. ¿Qué es lo esencial? Decía Jean Cau: “existe la guerra, la oración, el amor, el juego y la contemplación. Todo lo demás no son más que tristes necesidades”. Ni reformador social ni escribidor de primores –contrariamente a otros–, los temas de Cirlot son el ser, el no-ser, la vida, la muerte, el tiempo, lo sagrado, el eterno retorno. Su poesía tiene un valor de invocación o letanía. Es la aspiración a un absoluto, la nostalgia de un Centro perdido. Su obra es un fruto insólito entre la creación poética española de posguerra, muy dominada por un esteticismo intelectualista deshumanizado o por la llamada “poesía social”.
Conviene subrayarlo: Juan Eduardo Cirlot forma parte de una corriente que sólo muy escasamente ha asomado en nuestras letras: esa tradición de carácter visionario que penetra en el mundo del misterio, de lo oculto, de los sueños, que se remonta a la antigüedad clásica y medieval, que retoman William Blake, Hölderlin, Novalis, Poe, Nerval, Wagner, los prerrafaelistas ingleses, y que expresa una sensibilidad característica de los mundos céltico y germánico. No en vano –¿casualidad o leyes de sincronicidad y convergencia?– los principales cultivadores en lengua castellana de esta corriente, o bien procedían de la parte céltico-galaica de la península –Vicente Risco, Álvaro Cunqueiro, Torrente Ballester– o bien teníansangre celta o germana en sus venas, como Gustavo Adolfo Bécquer, Jorge Luis Borges y Juan Eduardo Cirlot, este último con antepasados irlandeses y bretones entre los que se cuenta un linaje de soldados. El espíritu sopla donde quiere.
Son datos significativos. De sus antepasados militares –españoles y británicos–Cirlot hereda un sentir heroico que incorpora en su quehacer poético.[1] Y de sus ancestros de la cornisa gaélica asoma en Cirlot esa tensión singular que imanta el espíritu –como si de una brújula se tratase– siempre hacia el Norte. Se trata de una particular disposición anímica que en algunos adquiere el vértigo de una revelación, y que el escritor C. S. Lewis describía así:
“El ‘Nordismo’ en estado puro se apoderó de mí: una visión de grandes y claros espacios sobre el Atlántico, en el crepúsculo interminable del verano nórdico, lejanía, severidad […] y al instante supe que yo ya conocía esto desde hacía mucho tiempo […]. Sigfrido pertenecía al mismo universo que Baldur, que las grullas que vuelan en dirección al sol […] y con esa zambullida en mi propio pasado se alzó de nuevo, como un ataque al corazón, la memoria de la Alegría que una vez tuve y que durante años había perdido.”[2]
La poesía de Juan Eduardo Cirlot –muy especialmente su obra central, el ciclo de Bronwyn– es entre otras cosas un himno a ese Norte, una inmersión en la música sombría y formidable de ese mundo céltico, galés, irlandés, altogermánico, escandinavo e islandés. Una música áspera y metálica de brumas, piedras y espadas, de runas, espirales y mágicas cosmogonías, que si también habita nuestro idioma lo es gracias al autor de La Dama de Vallcarca.
Juan Eduardo Cirlot fue mucho más que un poeta. Su vida transcurrió en Barcelona entre 1916 y 1973. Desarraigado de su entorno, siempre manifestó que no se identificaba con el tiempo presente, y que hubiera preferido vivir en otra época. Sin embargo –y paradójicamente– no hubo en la España de aquellos años un crítico más agudo, ni un oteador más perspicaz de todas las experimentaciones y vanguardias que en el arte del siglo XX conformaron eso que vino en llamarsemodernidad. Músico dodecafónico, teórico de la abstracción y del surrealismo, cómplice de André Breton y figura central de Dau al Set, como crítico de arte Cirlot impulsó la agitación vanguardista de su época, exploró todos los ismos habidos y por haber –su Diccionario de los ismos es prueba fehaciente–, y diseccionó como nadie el estilo del siglo XX. Pionero de la reincorporación de España a las corrientes estéticas de Europa y Occidente, fue uno de los que más hicieron para expandir el horizonte cultural de la península tras una época de guerra, penuria y aislamiento.
Indiscutiblemente a Cirlot le sobraban condiciones para convertirse en figura de culto entre aquella “izquierda divina” barcelonesa de los años sesenta. Pero algo no encajaba. Pese a su protagonismo en la vida intelectual de la época el autor catalán nunca dejó de ser un desarraigado, un marginal. Absolutamente libre, ajeno a modas y reconocimientos, una autosuficiencia aristocrática parecía alejarlo y su obra poética sólo tuvo, en vida, una difusión minoritaria. Cirlot pertenecía a otro mundo…
Más allá del poeta, del crítico de arte y cine, del musicólogo, hay un Cirlot interesado en las disciplinas herméticas, el esoterismo y la magia, un estudioso que por la vía del surrealismo enlazó con la mística, el ocultismo y la simbología. De hecho el estudio de los símbolos –su Diccionario de símbolos es referencia mundial en la materia– tendrá una importancia central en su poesía, en cuanto ésta aspira a vehicular una explicación simbólica del universo. Cirlot fue, más que un intelectual, unsabio. Mal podría encajar entre una progresía de esnobs y saltimbanquis de la cultura.
“Lo propio del simbolismo –señala Cirlot– es tender puentes verticales. El símbolo no se detiene en la comunicación, sino que es de un lado una vivencia, y de otro un medio de conocimiento. El gran proceso simbólico se produce cuando se trata de lo trascendente, y la simbología es, ante todo, una ciencia de la trascendencia”.[3]Tender puentes verticales. He ahí el empeño central de la poesía de Cirlot. Para Cirlot, “frente al materialismo del mundo moderno puede encontrarse un sentido místico de los ismos, aunque se tratase de una mística heterodoxa”. Su poesía transita el terreno de lo sagrado. Lo real es para él “lo que está más allá de lo palpable: la esencia, el “ser” que se halla en el plano de lo sagrado, donde transcurre su verdadera vida. Esto le mantiene en una lucha titánica con la concreta realidad exterior”.[4]
El pensamiento de Cirlot está influido por la filosofía de Heidegger, por Nietzsche y por los presocráticos. “La palabra –señala Clara Janés– tiene en Cirlot un carácter revelador, se convierte en intermediaria entre Dios y la finitud del hombre, hace que lo nombrado adquiera la existencia, lo que no es nombrado no existe”. Porque si en nuestro mundo lo sagrado desaparece es porque los hombres ya no saben nombrarlo. Lo religioso –en palabras de Heidegger– no es destruido por la lógica, sino porque el Dios se retira. La misión del poeta –señala el filósofo en su estudio de Hölderlin– es contribuir al desvelamiento del mundo, decir la palabra esencial, aquella que denomina al ente por lo que es, porque el habla es la casa del ser y la poesía es la instauración del ser con la palabra.
Decía Cirlot: “mi poesía es un esfuerzo por encontrar el umbral de la ultrarrealidad […] Y luego intento que esa poesía sustituya en mí lo que el mundo no es y no me da”. Restauración de lo sagrado en la que el poder de la palabra es decisivo, porque –como la mitología y la mística siempre han sabido– el nombre no sólo designa, sino que también es ese mismo ser. Y si el lenguaje opera por vía racional también lo hace por vía intuitiva, y las palabras están llenas de posibilidades mágicas: el poder evocador de las aliteraciones, de las onomatopeyas, las permutaciones y técnicas combinatorias, los ritmos y las disposiciones arquitectónicas imaginativas y fantásticas que pueblan los poemas de Cirlot y les confieren un carácter de ventanas al más allá.[5]
Preocupación esencial de Cirlot es el Tiempo, esa barrera que hace que todo lo existente se convierta de inmediato en ausencia, que la vida sea una sucesión de carencias. Poeta nietzscheano, Cirlot invoca al eterno resurgir. Sus obras discurren entre dos polos principales: el ser-dejando-de-ser y el renacer eternamente. Y para ello el poeta acomete la destrucción del tiempo: evocación de épocas pasadas, nostalgia de lo arqueológico, evocación de personajes míticos, identificación de sexualidad, muerte y resurgir. Pero la auténtica clave en esa disolución de la existencia temporal es lo que Cirlot denomina simbólicamente el “Centro”, que se entiende como el eje que debe regir toda creación y en torno al cual se ordena cualquier cosmogonía, y que en su Diccionario de símbolos expresa como un eterno fluir y refluir de las formas de los seres y de las propias dimensiones espaciales.
La obra de Cirlot es una “quête”, una búsqueda de ese centro, del que la mujer amada es imagen reflejada. La amada como anima-mater que empuja hacia el resurgir y que es vehículo de reconciliación con el cosmos, en cuanto el amor es un absoluto, síntesis de esencia y existencia, en cuanto se sitúa fuera del tiempo y conduce al eterno renacer.[6] Y aquí surge Bronwyn.
¿Quién es Bronwyn?
Un día de verano de 1966 Juan Eduardo Cirlot vio un film en una sala barcelonesa,El señor de la guerra de Franklin Schaffner. Ambientada en el Brabante del siglo XI, el film narra la historia de un guerrero normando que recibe en feudo unas tierras extrañas, y entre sus habitantes semisalvajes encuentra a una doncella –Bronwyn, interpretada por la actriz Rosemary Forsyht– por la que termina perdiendo su poder, su honor, sus armas y el sentido de su vida. Bronwyyn surge de las aguas turbias de un pantano –arquetipo de las aguas primordiales, inversión del mito de Ofelia– y lo hace para conducir al héroe hacia su ocaso. El descubrimiento de este personaje provocará en Cirlot una conmoción, el reconocimiento de un mito.
Bronwyn es la “mensajera del más allá”, la doncella de luz, esencia de feminidad. Es la Daena de la tradición mística persa, Juno, Venus, Diana y todos los aspectos femeninos del cielo, es el anima de Jung, Eva rediviva e Isis de los mil aspectos.
Mensajera del más allá, tú vienes
con forma de mujer, pero el abismo
se cierne junto a ti tan dulcemente

Pero es también el ángel terrible, la salvadora y la que da muerte, “la que salva dando la muerte, ya que el amor es imposible en la vida, y a la vez es eterno renacer”.[7] Es La que renace de las aguas. Cristalización de su mitología personal, la imagen de esta doncella céltica sumirá a Cirlot en una febrilidad creadora que se plasmará en el ciclo de Bronwyn, la más alta cima de su obra poética.
Todo el poema se baña en una atmósfera brumosa, irreal. El uso constante de las aliteraciones y kenningar lo envuelve en ese sentir heroico característico de la poesía céltica y germano-escandinava,
Las ruinas de las runas en la roca
hablan de que yo estuve en este mundo,
donde el mar y la tierra de las nieblas
se funden y confunden.

La vida era una ausencia inagotable,
un laberinto de serpientes grises,
un pantano de rosas tenebrosas.
Una atmósfera mítica en una Edad media intemporal. Como señala Victoria Cirlot “Bronwyn es una síntesis de todas las edades medievales, pues se conjugan ese prerrománico profundamente arcaico que aquí es el celtismo, el bosque como templo en que se conservan restos de megalitismo, los dólmenes, el románico con la torre normanda […] y el gótico, que es el oro de la misma Bronwyn”.[8] La barrera del tiempo se dilata en una espiral donde se confunden presente y pasado remoto, una dimensión simbólica en cuyo centro se produce el encuentro con Bronwyn,
Mis hogueras de hierro se amontonan
Y mis restos oscuros aún humean
Me acaban de matar
Miro hacia donde vi tu aparición
Hace mil años ya; pero la sangre
Aún sale de mi boca
Todo el ciclo es una “quête” iniciática, una búsqueda de lo eterno. Bronwyn es “una figura metamórfica, dinámica, ascensional, que si en los primeros versos es una muchacha rubia, se convierte luego en princesa o reina y por último en diosa”. Una entidad de complejidad creciente que surge del paganismo céltico y que enlaza con los universos gnósticos del cristianismo, el kabalismo y el sufismo, pero que en su escritura intencionadamente arcaica –de espaldas a la tradición poética castellana– parece surgida de una novela del ciclo artúrico.
Coronas y corolas son las olas
Del mar de tu mirada murmurante
Bronwyn, tu corazón es el Graal
Piedra de lo absoluto, piedra pura
Y es finalmente un motivo de la mitología germana, el cisne, el que en La quête de Bronwyn conduce el poema a su conclusión final en «un gigante alud de vuelos, blancuras y suavidad, una ascensión mística como quizás no haya otra en toda la literatura española: “Los cisnes son las alas de las almas / Las alas de las alas / Las alas de las almas de las alas / Los álamos del alma […]”». Es como si «el poeta, transfigurado en un Lohengrin, regresara del exilio en la tierra a su verdadero reino».[10]
Por un reencantamiento del mundo
Toda la poética de Cirlot parte de la conciencia de ese “ser-dejando-de- ser”, de la invocación a un eterno retorno. Destrucción del muro del tiempo y búsqueda de lo sagrado. No muy conforme con la era que le tocó vivir, se identificó con las épocas heroicas vividas bajo el signo de la espada, en las que percibía esa “sacralidad del combate” que afirman todas las doctrinas tradicionales. Sus Poemas romanos y de Cartago, las Oraciones a Mitra y a Marte, los poemas a Marco Antonio, a Numancia, a La muerte de Gerión, el Romance de la segunda muerte de Baldur nos trasladan a “civilizaciones pasadas, arrasadas, restos de memoria histórica, ruinas, recuerdos de combates, armas rotas, cuerpos destrozados, vegetación casi sepultada, tierra propicia a la fermentación, que se hallan latentes en sus páginas esperando la total descomposición de la que emergerá un germen de nueva vida”.[11] Una visión cíclica que en su poema Momento se expresa en la voz de un combatiente más allá del tiempo,
Mi tristeza proviene de que me acuerdo demasiado de Roma y
de mis campañas con Lúculo, Pompeyo o Sila,
y de que recuerdo también el brillo dorado de mis mallas
doradas de los tiempos prerrománicos
Último poeta épico de la lengua castellana, Cirlot expresa esa coincidencia de opuestos que celebra la vida como un combate. El amor es también un combate,
Oh tu armadura blanca, sus jazmines blindados
Oh, tu yelmo sin besos, tu escudo sin caricias
Oh, los arroyos rojos que en tu lengua relucen
la aurora de tus dientes, tu cuerpo como lanza
Ha llegado la hora de la batalla hermosa
Debajo de las nubes, de tu pelo debajo
De dejar que los pechos resuenen como selvas
De dejar en los muros el gusto de la sangre
Sin duda Juan Eduardo Cirlot sintió el escalofrío del nihilismo, ese sentimiento de terror destructivo, de tierra baldía en una vida cotidiana, gris y tediosa,
Todo está convertido en un lamento
Sin nombre, acurrucado, irreparable.
Los dioses yacen mudos como esclavos
Lamiendo el oro rosa y el estiércol
Lentamente yo busco entre las piedras
Una llama de aquel incendio inerte.
Aquí se sitúa el punto de desencuentro, el muro que le separa de tantos de sus contemporáneos. Su sentido de lo trascendente le lleva a apartarse de los surrealistas, porque “allí donde los surrealistas desacralizaban, Cirlot seguía el proceso contrario: resacralizaba”. De hecho, Cirlot es uno de los pocos poetas simbolistas que siguen verdaderamente la tradición, y que toma nociones de autores como Marius Schneider, René Guenon, Carl G. Jung, Henry Corbin, Gershom Scholem, Gaston Bachelard, Julius Evola, Mircia Eliade y Ananda K. Coomaraswamy. Un empeño que le acercará a las principales escuelas de pensamiento tradicional de Occidente o de Oriente –desde el Zohar hebraico a la mística sufí– que por variados caminos han dejado su impronta en nuestra cultura.[12]
Desde el surrealismo al pensamiento tradicional, un cambio de ideología que se atreve a confesarle sin tapujos a André Breton: “no se puede traicionar la tradición por ninguna subversión”. El sumo pontífice del surrealismo no debía de ganar para sorpresas con aquellos surrealistas españoles. ¡Primero Dalí y ahora esto! Como Dalí –con quien tantos paralelismos le unían– Cirlot, el Cirlot de las vanguardias y de Dau al Set, sabía que la tradición sólo puede sostenerse cabalgando el tigre de la subversión, que lo más antiguo sólo puede volver con la fuerza de lo muy nuevo, y que de lo que se trata es de darle nuevas formas a aquello que es de siempre.
Hacia una metafísica de Europa
La obra de Cirlot se sitúa en una encrucijada histórica en la que el hombre occidental ve alterada su conciencia por la crisis de dos guerras mundiales. La catástrofe es de tal magnitud que el resultado final es un individuo desposeído del peso de su identidad, un individuo ingrávido, sumido en una existencia banal de evasión y consumo. Y en esta tesitura podemos decir que su poética no tiene nada de inocente ni de gratuita. Todo lo contrario: se trata de un intento por “construir un hilo que una la modernidad con la tradición simbólica europea, y en definitiva con los orígenes mismos de la conciencia europea”.[13] Más allá de la simple poetización de los sentimientos, Cirlot trata de reconstruir sus raíces como individuo europeo. En este sentido –y sólo en este– cabe también una lectura política de su obra, que así adquiere el tono de poesía militante. De sí mismo decía Cirlot: “realmente soy un hombre antinómico y con frecuencia conflictual. Vanguardista y reaccionario, revolucionario y conservador”.[14] De lo que se trata –de lo que trata Cirlot– no es de anclarse en un pasado, sino de religarse a él. De religarse a la esencia constante de la historia, que se actualiza y se hace presente sólo gracias a la poesía. Y su poesía es, en este sentido, una ofrenda a los europeos de hoy y de mañana. El dios volverá, anunciaba la profecía de Delfos, y escribe Cirlot,
Pues una semilla roja
Está dentro de lo yerto
y aunque decline la tierra
Baldur muerto no está muerto[15]
Su voz habla para todos. No es cuestión aquí de alardes intelectuales ni de arrebatos líricos, ni siquiera de gustar especialmente de la poesía. Sus poemas nos atrapan en primer término por la intuición, por el sonido y por el ritmo, por la sencillez de las palabras o por esa fuerza mística que pueden tener las plegarias, los himnos o el repicar de las campanas.
Algunos han reprochado a Cirlot un exceso de seriedad. Y es que su voz a veces retumba como un trueno,
De mis palabras surgen soluciones
De metal invasor que nada puede
Destruir o parar. De mis palabras
Surgen olas y mares ascendentes
Mi casa comunica con las fuerzas
Que perforan los mundos y los alzan
En la cima furiosa de esa sombra
Sin principio ni fin que me alimenta
Y es cierto que no juega ni halaga, ni busca guiños o complicidades con el lector. ¿Y hacía alguna falta? ¿Es que no estamos ya saturados de banalidades, entretenimientos y confetis? Palacios de hielo puede, pero de un hielo que quema. Alguien que le conoció bien escribió: “hay poetas que entran en la poesía como un juego, tienen una cita con el mundo, y otros entran en la poesía quemándose, ardiendo toda su figura como una llama. No van a ninguna cita con el mundo, sino que se quedan en su nocturna soledad, y no resultan demasiado cómodos para la gente su trato y su palabra. Esta es una postura peligrosa. Poetas como Hölderlin no regresaron jamás de esa noche”.[16] Juan Eduardo Cirlot no fue un poeta burgués. Su experiencia de la vida no fue sólo literaria, porque siempre mantuvo una actitud heroica. Mientras otros novísimos se desvanecen en el recuerdo, el tiempo agiganta su figura. Las victorias póstumas, la eterna suerte de los solitarios.
Observamos su imagen, entre siete espadas que apuntan al cielo. Su rostro extrañamente intemporal, y esa mirada que parece querer decirnos algo. Quizá trasmitirnos la llama que nos permite ver la selva encantada […] y que nos invita a la acción.
La obra poética de Juan Eduardo Cirlot ha sido cuidadosamente editada por Ediciones Siruela en tres tomos: Bronwyn (2001), En la llama. Poesía (1943-1959) (2005) y Del no mundo. Poesía (1961-1973) (2008). Siruela también ha reeditado Diccionario de Símbolos (1997) y Diccionario de los ismos (2006). Existe una antología poética a cargo de Clara Janés: Obra poética, Cátedra 1997. El mejor estudio crítico disponible es: Jaime D. Parra, El poeta y sus símbolos. Variaciones sobre Juan Eduardo Cirlot. Ediciones del Bronce 2001. El catálogo de la exposición: El mundo de Juan Eduardo Cirlot, IVAM/Generalitat Valenciana 1996, reúne textos de Cirlot, interesantes testimonios personales e información variada.


[1]Clara Janés, Introducción a Obra poética. Juan Eduardo-Cirlot. Cátedra-Letras Hispanicas 1997, pág. 13.
[2]C.S. Lewis, Surprised by joy. The shape of my early life. Harcourt, Inc, pág. 73.
[3] Jaime D. Parra, El poeta y sus símbolos. Variaciones sobre Juan Eduardo Cirlot. Ediciones del Bronce 2001, págs. 168 y 23.
[4]Clara Janés, Introducción a Obra poética. Juan Eduardo-Cirlot. Cátedra-Letras Hispanicas 1997, pág. 24.
[5]Julia Barella, El poder de las palabras en la poesía de Juan Eduardo Cirlot. Copias del natural (disponible en Internet).
[6]Clara Janés, Introducción a Obra poética. Juan Eduardo-Cirlot. Cátedra-Letras Hispanicas 1997, págs. 28-29.
[7]Clara Janés, Introducción a Obra poética. Juan Eduardo-Cirlot. Cátedra-Letras Hispanicas 1997, pág. 31.
[8] Victoria Cirlot, Introducción a Bronwyn, Ediciones Siruela 2001, pág. 43
[9] Jaime D. Parra, El poeta y sus símbolos. Variaciones sobre Juan Eduardo Cirlot. Ediciones del Bronce 2001, pág. 86.
[10] Victoria Cirlot, Introducción a Bronwyn, Ediciones Siruela 2001, pág. 44.
[11]Clara Janés, Inmersión en el abismo, en Del no mundo, Poesía (1961-1973) Juan Eduardo Cirlot, Ediciones Siruela 2008, pág. 18
[12] Jaime D. Parra, El poeta y sus símbolos. Variaciones sobre Juan Eduardo Cirlot. Ediciones del Bronce 2001, pág. 158.
[13]Iván Díaz Sancho, La estela de Orfeo: poética de la trascendencia en Juan Eduardo Cirlot. Universidad Autónoma de Barcelona, Bellaterra 2007.
[14] Victoria Cirlot, Introducción a Bronwyn, Ediciones Siruela 2001, pág. 29.
[15]Romance de la segunda muerte de Baldur.
[16] Juan Perucho, Juan Eduardo Cirlot al otro lado de la puerta cerrada, en El mundo de Juan Eduardo Cirlot , IVAM-generalitat Valenciana 1996, pág 24.

martes, 15 de noviembre de 2011

I AM EUROPE




‎"I’m a dog shaped ashtray
I’m a shrugging moustache wearing a speedo tuxedo
I’m a movie with no plot
Written in the back seat of a piss powered taxi
I’m an imperial armpit, sweating Chianti

I’m a toilet with no seat, flushing tradition down
I'm socialist lingerie, I'm diplomatic techno
I'm gay pastry and racist cappuccino
I’m an army on holiday in a guillotine museum
I’m a painting made of hair, on a nudist beach
Eating McDonald's
I’m a novel far too long, I’m a sentimental song
I’m a yellow tooth waltzing with wrap around shades on
Who am I? I am Europe".
Chilly Gonzales





"Soy un cenicero con forma de perro.
Soy un bigote encogiéndose de hombros con esmoquin y pajarita.
Soy una película sin argumento escrita en el asiento de atrás de un taxi que funciona con pis.
Soy un sobaco imperial sudando Chianti

Soy un retrete sin asiento por el que se va la tradición.
Soy lencería socialista, soy tecno diplomático.
Soy un pastel gay y un cappuccino racista.
Soy un ejército de vacaciones en el museo de la guillotina.
Soy una pintura hecha de pelo en una playa nudista comiendo McDonalds.
Soy una novela demasiado larga, soy una canción sentimental.
Soy un diente amarillo, bailando un vals con sombras envolventes...
¿Quién soy yo?
Yo soy Europa"

martes, 8 de noviembre de 2011

ERNEST DESCALS Y LA DIVISIÓN AZUL



Video de la Ponencia del creador de imágenes y Pintor ERNEST DESCALS en el Congreso de Estudios Históricos del Ceu
,en Madrid, acerca del 70 Aniversario de la DIVISION AZUL.

Discurso del artista Pintor Ernest Descals en el Ceu de Madrid, Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales.En el marco del Congreso sobre el 70 Aniversario de la Division azul, los jovenes voluntarios españoles que acudieron a la lucha en el Frente del Este en Rusia junto al Ejército de Alemania en la Segunda Guerra Mundial.La Emoción de la Pintura y laLibertad Creativa de los Pintores Independientes en un breve repaso por las Colecciones de Pinturas con temática Histórica. Los Almogávers, Almogávares, valientes soldados aragoneses y catalanes, Cartago y Anibal Barca, personajes en las Guerras Púnicas, los soldados alemanes en Rusia, La Guerra de Independencia Española, la Guerra Civil de España, el Museo del Ejército, los personajes en la sociedad del Tercer Reich y la Defensa Civil, Luftschutz,las mujeres soldados, los Premios Ejército conseguidos por el creativo plástico catalan en el Cuartel General del Ejército de Tierra y el Cuartel General del Ejercito del Aire, la Batalla de Brihuega, la Justas Medievales,los Misterios en Sumeria y las Antiguas Civilizaciones en sus contactos con seres de otros planetas, los Anunnaki y el planeta Nibiru, antiguos astronautas estraterrestres y su influencia en los orígenes de la Humanidad, la Aviación y sus pioneros aeroplanos,y la Coleccion sobre la Blau, la Division Azul.Obras de Arte con transfondo Historico, Gestas de la Epica y el Romanticismo, asuntos que no gozan del beneplácito del conocido término de lo politicamente correcto en nuestra sociedad actual y que el creador de imágenes tiene la mision creativa de rescatar del olvido en la Memoria Histórica y la Memoria Colectiva.
El Discurso ambientando por las pinturas del Pintor Ernest Descals se celebró en la Mesa Redonda sobre los Rastros de la División Azul en el Arte, Cine y Literatura.Extraordinarios Ponentes en sus distintas especialidades que acompañaron en su saber y sus ponencias al sincero y emotivo parlamento del Artista de Manresa, y que fue muy aplaudido por el cálido y generoso publico asistente al acto de Estudiosos e Historiadores sobre la División Azul en su 70 Aniversario.Los Pintores en la Historia, Pintura Militar, Arte Militar y Libertad de Creacion en nuevas imágenes que son iconos mediáticos en todo el Mundo.

jueves, 6 de octubre de 2011

LOS GUARROS SE DIVIERTEN

Pues sí, bajo el nombre de "1ª Fiesta de la juventud trabajadora" (sic) las Juventudes Comunistas organizan una serie de conciertos. Con mucha subvención, como siempre. Bonito es ver cómo se han borrado dos logotipos con rotulador de todos los carteles. Uno de ellos del Ayuntamiento de Córdoba, y es algo lógico, si uno de los temas del grupo que encabeza el cartel se titula "No al PP", no querrán encima que les den dinero, ¿no? Que los sindicatos USTEA y CCOO gasten su dinero en estas cosas es vergonzoso, pero bueno.

KONCIERTO AGUILAR de

Pues este grupo (de literario nombre) La Kaga de la moska de Villaviciosa de Córdoba, podemos verlo en esta foto, con su bandera republicana (española al fin y al cabo) y organizado por PCE e IU. El cuantioso público y la edad de éste lo dicen todo.

lunes, 3 de octubre de 2011

LOA A LA NACIÓN ESPAÑOLA. San Isidoro de Sevilla


"¡Oh, España! La más hermosa de todas las naciones que se extienden desde Occidente hasta la India. Tierra bendita y feliz, madre de muchos pueblos.

De ti reciben la luz el Oriente y el Occidente. Tú, honra y prez de todo el orbe; tú, el país más ilustre del globo.

No hay en el mundo región mejor situada. Ni te abrasa el estío ni te hiela el rigor del invierno sino que, circundada por un clima templado, te nutren céfiros blandos. Cuanto hay de fecundo en los ejidos, de precioso en las minas y de provechoso en los animales, tú lo produces.

Rica, por lo tanto, en hijos, joyas y púrpuras, fecunda también en gobernantes y en hombres que poseen el don de mandar, te muestras tan fecunda en adornar príncipes como feliz en producirlos. Con razón, ya hace mucho tiempo, te deseó la dorada Roma, cabeza de gentes, y, aunque vencedor, aquel empuje romano te desposara primero, luego, el muy floreciente pueblo de los godos, tras haber conseguido numerosas victorias, a su vez te tomó y te amó"

Isidoro de Sevilla (Cartagena, 560 - Sevilla, 636). Doctor de la Iglesia, teólogo, arzobispo, historiador, compilador. Reconocido como el hombre más sabio de su época (la alta Edad Media)

martes, 20 de septiembre de 2011

FALANGISTAS DE ALCUBIERRE



Lo que se puede llegar a encontrar uno en los libros, y más particularmente en uno de "Elementos de fisiología e higiene". Pues en las pastas de este libro hay una poesía dedicada a los falangista de Alcubierre. En esta localidad se dio una cruenta batalla en 1937 en la cual perecieron todos los azules que defendían la posición pero frenaron el avance rojo hacia Zaragoza.

La gesta de Alcubierre dio origen a numerosas coplas en el bando nacional, como la que hemos encontrado en este libro y que aquí transcribimos.

Y firmes todos murieron
sobre las crestas nevadas
sobre las sierras de Alcubierre
Aragoneses de raza
sufrieron darse al deber
bajo la noche cerrada
buscando rutas de estrellas
en trenes de madrugada
sesenta vidas ¡sesenta
espigas casi granadas
segadas en campo duro
por hoces de gloria y balas!
Eran sesenta baturros
sesenta vidas de España
hogueras de raza ardiendo
en cubre de sierra brava
sesenta yugos de fuerza
trescientas flechas lanzadas
sobre caminos abiertos
con azules esperanzas
la muerte vino a buscarlas
con carros de espumas blancas
porque en su reino precisa
mozos que quiebren gargantas
cantando jotas baturras
en noches de luna clara
y ebrios de gloria se fueron
detrás de la muerte blanca
sesenta mozos de ronda
con el fusil por guitarra
para cantarle a la muerte
al grito de ¡ARRIBA ESPAÑA!

¡Viva José Antonio Primo de Rivera!

Más información sobre la batalla y otra copla aquí.

miércoles, 14 de septiembre de 2011

CALLEJERO CORDOBÉS, ONÉSIMO REDONDO

Vamos a facilitarle el trabajo a los guarros, ya que no se enteran. Será por falta de subvenciones y ayudas. Pero claro, como no leen... pues no se enteran. Por cierto, al lado de la calle Onésimo Redondo está la del 18 de Julio.



LOQUILLO POLÍTICAMENTE INCORRECTO













Con esta canción se presenta 'Su nombre era el de todas las mujeres', el tercer álbum en el que Loquillo interpreta los poemas de otros autores. La protagonista absoluta de este libro-disco es la obra del poeta Luis Alberto de Cuenca. El trabajo sale a la venta el 4 de octubre y cuenta con un prólogo escrito por Arturo Pérez-Reverte.

Sé buena, dime cosas incorrectas
desde el punto de vista político. Un ejemplo:
que eres rubia. Otro ejemplo: que Occidente
no te parece un monstruo de barbarie
dedicado a la sórdida tarea
de cargarse el planeta. Otro: que el multi-
culturalismo es un nuevo fascismo,
sólo que más hortera, o que disfrutas
pegando a un pedagogo o a un psicólogo,
o que el Mediterráneo te horroriza.
Dime cosas que lleven a la hoguera
directamente, dime atrocidades
que cuestionen verdades absolutas
como: "No creo en la igualdad". O dime
cosas terribles como que me quieres
a pesar de que no soy de tu sexo,
que me quieres del todo, con locura,
para siempre, como querían antes
las hembras de la Tierra.