lunes, 21 de septiembre de 2009

¿CUÁNDO HABRÁ ARQUITECTURA? José M. Aizpúrua

José Manuel Aizpúrua (San Sebastián, 1902-1936) es uno de los arquitectos racionalistas españoles más importantes, a parte de un fotógrafo (geniales sus collages) de reconocido prestigio. Qué pena que sus ideas políticas lo llevaran ante un pelotón de fusilamiento en los inicios de la Guerra Civil.

Pues Aizpúrua fue Delegado Nacional de Prensa y Propaganda y fundador de la FE JONS  de San Sebastián. Recibió por parte de José Antonio el encargo del diseño de la cabecera del periódico Arriba. 
En 1934 abrió junto a otra serie de artistas y escritores como Sánchez Mazas en el casco viejo donostiarra GU (en vasco, Nosotros) una sociedad gastronómica con el fin de organizar veladas artísticas, y por donde pasaron Picasso, Lorca, Giménez Caballero y José Antonio Primo de Rivera, entre otros.

Su obra más famosa es el Club Náutico de San Sebastián, realizado junto a Labayen con el
 que compartía estudio, considerado uno de los primeros y más importantes ejemplos del racionalismo en Europa. Una pena que se le sesgara la vida a este auténtico revolucionario y vanguardista, que incluso en prisión escribió esto: "que me traigan aquí papel, lápices y unos proyectos para ver si trabajo algo aquí... no puedo vivir sin hacer algo práctico".

A continuación el manifiesto ¿Cuándo habrá arquitectura?, publicado en La Gaceta Literaria el 1 de marzo de 1930. En él, a parte de analizar la arquitectura de la época, se puede ver un alto grado de crítica contra el arte burgués, abogando por una arquitectura más acorde con los tiempo y que se haga para el bien de las personas, y en especial de la clase obrera.


La arquitectura en España no existe; no hay arquitectos, hay pasteleros. ¿Por qué no habrá turroneros todo el año, con lo bonito que es el turrón?
Los señores que, con un papel oficial, se llaman arquitectos, se clasifican ellos mismos: yo soy arquitecto constructor; "ésos" son arquitectos decoradores; aquéllos son arquitectos de fachadas. La masa los tiene ya clasificados, y pregunta: ¿Dónde está el arquitecto arquitecto?
Los profesionales miran con compasión a unos cuantos compañeros, porque se preocupan de cosas que ellos creen pequeñeces; "ése es un arquitecto decorador". Yo les llamo "arquitectos prácticos", porque el señor que hace un mueble para cumplir un fin, y lo pone en un espacio a medida, espacio que responde a otro fin, la reunión de estos elementos me dará un conjunto capaz para lo que se pensó. De esta manera, la casa es una casa; la escuela, es una escuela; el ministerio, un ministerio, que es lo que pensamos. Al que se le encarga una barriada de obreros y hace una necrópolis de obreros, es un manipulador; y al que se le encarga un ministerio yhace un laberinto con muchos millones, otro manipulador; y, en vez de una casa para vivir, una casa para morir, éste es un prestímano.
A la arquitectura no se le da importancia, y la tiene. A las masas se las educa con la arquitectura y el cine. El obrero español tiene derecho a vivir como viven los obreros alemanes, franceses, americanos, etc.; el Gobierno español ha dado muchos millones para ello, pero le han estafado.
El burgués exige lo que ve. ¿Por qué no se le enseña a vivir? Un arquitecto que proyecta en renacimiento, vasco, barroco, está engañando a los burgueses; lo hace bien en cuanto a la forma; pero no en cuanto al espíritu, o es que reúne el espíritu de todos los siglos. En ese caso, los arquitectos de hoy son dioses, y ante eso me descubro; no temáis, son dioses falsos, y, por lo tanto, cosa fácil es que caigan en pedazos.
Los estilos antiguos los admiro. ¿Res... ningún modo.  Al museo con ellos. ¿No os figuráis lo que piensa una silla Luis V cuando se sienta encima una marquesa de hoy? ¿Y cuando él viene de madrugada en su "bugatti", y se acuesta en el lecho con dosel? ¡Farsantes! Es ridículo pretender que la nueva arquitectura sea cosa para minorías selectas. Seguramente entrará por "snob". Es preferible que no entre; la nueva arquitectura es de las masas, y viene a ellas para redimirlas.
Vais a un teatro, y no oís; os atrae más la decoración que la escena. Vais a clase, y no podéis respirar; la ciudad universitaria os salvará (os debía salvar, que no es lo mismo). ¿Qué pensáis de un señor que está removiendo tierras, dejando explanadas para construir pabellones, y cuando se empieza la construcción quita la tierra para hacer los cimientos? Sobra los millones.
Vais a una iglesia. El Maestro pedía sencillez. ¿Cómo vais a tener devoción, si las aberraciones barrocas están llenas de sensualismo?
Vais por la calle, y el paisaje urbano os obliga a llevar los ojos bajos.
El trabajo del arquitecto no es honrado, no sienten lo que hacen, no deben cobrar y cobran; os están estafando, y se quejan de que haya arquitectos firmones; éstos, por lo menos, cobran menos.
Exigid en vuestras construcciones todo: higiene, solidez, confort, racionalidad, economía; todo, menos decoración; esa palabra os denigra, no debe existir, y si la pedís, os darán pastelería y pagaréis como cosa buena.
Al hablar de pastelería me acuerdo de las Exposiciones de Barcelona y Sevilla -exposiciones, ¿de qué?-. Exposiciones de dulces será: almendras, peladillas, merengues, muchos merengues; borrachos, también muchos borrachos; no faltan las clásicas mantecadas, los huesos de santos y las yemas, que -cosa más fina- las resumen millones, muchos millones. ¿Para qué? Para que en el extranjero se rían de nosotros. Y la torre Eiffel, que se hizo en la exposición del 90, ¿no dice nada?
La culpa del retraso de la arquitectura es del cliente, según el arquitecto; "no nos dejan hacer". El enfermo cree en el médico; el abogado me arregla este asunto: ¿por qué el arquitecto no me construye mi casa? No creo en él, no tiene autoridad.
Mientras el arquitecto no tenga confianza en sí mismo, autoridad y criterio, no habrá arquitectos, estaremos en manos del cliente. ¿Cómo queréis construir vuestras ideas, si no educáis a las masas?
El pintor, el músico, el escultor, el literato, pueden concebir lo concebible; se entera cieta parte del público.
El arquitecto no puede dejarse llevar de su imaginación; no se da cuenta de que su obra es para toeo el público, está en la calle; su responsabilidad es mayor.
Se pide al pueblo serenidad, tranquilidad, para resolver actos públicos.
Un espíritu sereno sale a la calle y ve edificios faltos de tranquilidad y llenos de sensualismo; pierde la serenidad y grita revolución.

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