Durante la ocupación mora y la imposición de su religión hubo un episodio que es digno de resaltar. Ahora nos hablan del esplendor Omeya, de la Córdoba de las tres culturas, de ser la primera ciudad del mundo, etcétera. Pero hubo un aspecto que no nos recuerdan, porque demostraría parte de la gran falacia que fue aquel periodo de la Historia, y ese punto en el que no recaen es el de los mártires de Córdoba. Éstos, al no tener armas con las que sublevarse, se levantaron con su fe y aceptaron la muerte antes de renegar de su catolicismo.
Bajo el emirato de Abderramán II (ahora los progres se empeñan en cambiar el nombre a los moros) fue cuando empezaron a cortar cabezas. Una de las primeras las de Perfecto quien renegó de Mahoma, tras él cuarenta y ocho notables de Córdoba se ofrecieron voluntariamente al martirio. Y durante los años posteriores muchos fueron los que eligieron este modo de resistencia pacífica, porque ante la imposibilidad de luchar: mejor morir dignamente que vivir subyugado.
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